jueves, 15 de enero de 2009

Educacion Civica

Introducción

El mundo educativo occidental se encamina hacia un nuevo tipo de escuela cuya finalidad esencial será educar para la convivencia como persona, como ciudadano local y mundial. Ante los innumerables retos que la sociedad plantea a la escuela, la nueva reforma educativa prevé implantar una asignatura que trate la educación para la ciudadanía. En este artículo se reflexiona sobre su identidad y se hacen unas propuestas para llevarla a cabo con éxito.

Desarrollo

Vuelvo a decir que toda el área trata de la “filosofía práctica” y de la “razón pública”, temas que son esencialmente éticos. ¿Conviene mantener la idea de ciudadanía? Creo que sí porque relaciona la moral con la sociedad. Esto tiene enorme importancia en un momento en que hay un extendido escepticismo sobre el modo de definir un buen comportamiento. La ideología liberal ha defendido con gran éxito la idea de que no podemos evaluar los “proyectos privados de vida”, y que la ética sólo afecta a la normas de convivencia social y de la justicia. Esto es verdadero y falso a la vez. Es verdad que, como mostró elocuentemente Hayek, las morales están producidas por la evolución espontánea de la sociedad. Es el producto de innumerables interacciones entre seres inteligentes pero conflictivos. Lo que no se subraya suficientemente es que la idea de “autonomía” personal es una creación social, un concepto producido por esa evolución, que va descubriendo valores nuevos, como la libertad, la independencia, los derechos individuales.
De aquí surge una contradicción que está afectando profundamente nuestra cultura. Los sistemas normativos moral y derecho son creaciones sociales, derivan su obligatoriedad de la necesidad de proteger el bien común, pero han acabado defendiendo -como una parte indispensable de ese bien común- la autonomía de la conciencia personal, que anula en cierto sentido la fuente de la que nació. Una moral individual es parricida de la moral a secas. No podemos dejar de defender como última garantía de libertad la apelación a la conciencia personal, pero al mismo tiempo no nos podemos fiar de la conciencia personal, que puede llevar al crimen. El terrorista suicida que mata de acuerdo con sus creencias más profundas, no justifica la acción por esa autenticidad personal.
Así las cosas, conviene recordar que la libertad personal está vinculada a la sociedad de la que nace. A su vez, la ética (social siempre) debe favorecer la libertad personal. Esta tensión forma parte del dramatismo ético. La inteligencia privada y la inteligencia social forman un sistema de interacciones en el que no podemos eliminar ninguno de sus elementos. Retomamos así la doctrina clásica. La vida en común tiene como finalidad favorecer la felicidad de los miembros de la comunidad. La felicidad se concreta en el bienestar y en la ampliación de las posibilidades mediante la ayuda mutua, que se organiza y establece mediante normas morales y normas jurídicas.
El bienestar incluye la satisfacción de las necesidades vitales, fisiológicas, psicológicas, afectivas, la seguridad ante los peligros, etera. Ampliar las posibilidades quiere decir que

viviendo en la ciudad las personas pueden hacer más cosas de las que podrían hacer si estuviesen solas. Imaginémonos a una familia viviendo aislada, en un país sin ciudades. Cualquiera podría hacerles daño, al no poder pedir ayuda ni reclamar a nadie. La fragilidad humana es la raíz de su sociabilidad, “pues los hombres se asocian siempre con vistas a algo que les conviene y a procurarse algo de lo que se requiere para la vida” (Aristóteles, EN.1160 a). Eso significa que, como seres insuficientes, buscan, sobre todo, la autosuficiencia, que sólo puede radicar en el vivir bien (Pol.1252). Pero, y aquí surge la paradoja que antes mencioné, la autosuficiencia se consigue en la comunidad e intenta prescindir de ella.
Aristóteles continúa describiendo al ciudadano. El hombre “tiene el logos para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo o lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él solo, el sentido del bien y del mal, de lo justo o de lo injusto, y de los demás valores. La participación comunitaria en estas cosas constituye la casa y la ciudad (Ib.1253a). Ser social, estar dotado de palabra y razón y ser capaz de obrar por valores son propiedades que se coimplican. “Esto puede resumirse como una precedencia objetiva de la política y una prioridad subjetiva de la moral: el hombre forma parte de una comunidad antes de ser individuo para sí mismo; se halla sometido a normas políticas antes de que él decida su exigencia moral” (Weil, E. Philosophie politique, Vrin, Paris, 1971, 7). De nuevo la paradoja.
El comportamiento del ciudadano depende de sus hábitos y aquí Aristóteles riza el rizo y afirma que los hábitos son el resultado de las leyes. Y es que “nos hacemos buenos mediante las leyes” y éstas son obra de la política, que se convierte así en el marco, la condición de posibilidad (o el obstáculo) para la vida buena. Así que el bien ético –el carácter bueno, la felicidad o la virtud, en resumen, la perfección del hombre- sólo se da o niega en la polis, en la ciudad”


Final

Conclusión

El proyecto de un área curricular de educación cívica (personalidad, convivencia, ciudadanía) tal como lo he expuesto parecerá a muchos completamente megalómano. Puede ser. Reconozco que soy optimista, como deben serlo todos los que se dedican a la enseñanza. Somos por definición cuidadores del futuro, y eso nos obliga a creer en la posibilidad de poder mejorarlo. La educación cívica ha soliviantado a mis colegas los profesores de filosofía, porque creen que puede quedar fuera de sus atribuciones. Creo que no. Como he dicho antes, el fundamento es filosófico. Proviene de una tradición filosófica. Lo que ocurre es que tendrán que ampliar sus competencias y entrar en competición con profesores procedentes de otras disciplinas.
Eso es bueno para todos.
También ha despertado recelos en el mundo religioso. No tienen razón. Es, por supuesto, un dominio laico, como la ética y el derecho, pero donde se tiene que enseñar el respeto por las creencias religiosas.
La nueva Ley de educación va a introducir una enseñanza para la ciudadanía. Me temo que no va a tener la envergadura que he propuesto en este artículo. Lo siento porque en este asunto las soluciones intermedias suelen fracasar. O se considera que la formación del ciudadano es la función básica de la enseñanza obligatoria, o la educación para la ciudadanía se convertirá en un adorno para cumplir el expediente. El pronóstico será bueno si se considera que este área exige profesores de alta cualificación profesional. Fracasará estrepitosamente si se considera –como pasó durante años con la Ética- que podía ser impartida por cualquier profesor que tuviera horas libres.
Me gustaría que, si las razones que he expuesto le convencen, haga lo que pueda para que este área curricular se establezca. Puesto que estamos en el terreno de la filosofía práctica, este artículo es una llamada a la acción.

Jessica Nallely Garza Lira
Nayita_ghotmail.com
Correo postal: Adolfo López Mateos Nª111 Col. Mariano Matamoros entre Balsas y Boulevard Manuel Cavazos Lerma.

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